Pasó el tiempo, dió un vistazo a su biblioteca llena de libros
históricos, de biografías y crónicas, de revistas y retazos de
periódicos. Obras que contaban historias reales, en tiempos y espacios
reales, con protagonistas reales, miles de relatos reales narrados y
adornados con lujo de detalles.
Y fue así como por fin entendió
por qué carajos no le apasionaba la poesía, ni la novela no histórica,
ni el cuento...lo que ella quería era sentir de primera mano la fuerza
del ser humano, de su propia humanidad -e inhumanidad-....Eso sólo
podría hacerlo, de una manera veraz, sumergiéndose en la mismísima
realidad.
“No defiendo la crónica por algún motivo romántico, de poeta nostálgico.
Lo hago porque creo que, a través del aprovechamiento pleno de los
recursos del lenguaje, del vuelo del espíritu que ella implica, de las
herramientas estilísticas que aporta, de la honestidad que demanda, de
su exploración real del ser humano, nos aproximamos más a la verdad”. Ernesto McCausland
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