lunes, 31 de marzo de 2014

EL PROCESO DE PAZ CON LAS FARC ES EL "CABECIPELAO".

Creo que el sueño de todos los colombianos es la paz, pero también creo que no estamos haciendo mucho para alcanzarla. Veo un país polarizado frente a un proceso de paz que, aunque tiene sus falencias, en términos generales está bien estructurado. 

Siento tranquilidad al saber que los principales puntos que se están tratando en la Habana son vitales para el futuro del país. De llegar a una solución satisfactoria, serán el punto de partida de los cambios estructurales que necesita Colombia para lograr una verdadera justicia social.


Quienes vivimos en zonas de provincia conocemos a fondo el horror de esta guerra. Aunque solo he sido una víctima indirecta de las circunstancias, creo que el cese de la guerra -en principio con las Farc y después con otros grupos irregulares- marcará un cambio sustancial en nuestras vidas. Esa es mi esperanza, ese es el acto de fe que hago en este proceso.

A veces pienso que los colombianos somos incapaces de aceptar la paz simplemente porque no la conocemos, y  nos dejamos manipular. La realidad es que estamos a merced de los intereses políticos y económicos de uno y otro lado, sin querer asumir un papel determinante en este cambio.

Para mí, el postulado de que "no todo estará acordado, hasta que todo esté acordado" manifestado por Juan Manuel Santos y, por otra parte,  el hecho de que los colombianos seamos los llamados a refrendar los acuerdos, son la garantía del proceso. 

He visto ya dos o tres procesos de paz desde la barrera. Con el actual proceso nada ha cambiado todavía. Seguimos en guerra. Las partes han acordado negociar la paz sin acallar los fusiles. Pero por lo menos esta vez tenemos claro que el gobierno no ha cedido parte de su territorio ni ha bajado la guardia en la seguridad a los niveles que ya todos conocimos en el pasado y que fueron desastrosos.

La opción que nos queda es buscar la paz, ¡no hay más! Es todo o nada. O se hace la paz o seguimos en guerra, cada vez peor. Sabemos que el postconflicto será complicado y que hay que trabajar en el tema de la reconciliación y la reparación integral de las víctimas. Tendremos que tragarnos unos cuantos sapos para lograrlo. Aún así, la única salida digna para nuestro amado país es la negociación. 


Mi voto siempre será por la PAZ y por todos aquellos que me garanticen que van a trabajar por alcanzarla. Se acercan las elecciones presidenciales, un momento decisivo para nuestra historia, un momento para decidir con el corazón en la mano (y el voto) qué es lo que queremos y con quién o quienes lo vamos a lograr. Invito a examinar con lupa las propuestas de los candidatos en este sentido y hacer un acto de fe por sus programas de gobierno, pero especialmente por la PAZ.

Eso me recuerda el dicho que utilizaba mi tía abuela Graciela cuando no había más de una opción de dónde escoger o cuando, entre dos opciones, debía decidirse por la menos peor:"Pues no habiendo más, aunque sea con este cabecipelao me voy!".

Contaba Mamá Galita, como le decíamos de cariño, que en el Huila un señor llamado Pedro le vendió su alma al 'Patas' a cambio de riquezas y fama, con el compromiso de entregársela al cabo de veinte años. Pedro se convirtió en el terrateniente más rico y respetado de Neiva. Pasaron los años y se acercó la fecha de la entrega. Pedro entró en pánico. Para evitar que el 'Patas' lo reconociera se rapó la cabeza y le dijo a su mujer que le dijera que él se había desaparecido, que ella no sabía dónde estaba. 

Llegó el terrible día y el 'Patas' se presentó en la casa. Pedro se escondió detrás de la puerta. Cuando la mujer abrió, aquel le preguntó en tono cantado, así como hablan los opitas:  


-Bueeenas nooooches, ¿estará mi compaaadre Peeedro?


-No Señoooor, Pedro anda hace raaaato desaparecido, no tengo ni idea dóooonde andará! 


Entonces el 'Patas' metió la mano detrás de la puerta, tanteó la cabeza rapada de Pedro y lo agarró diciendo: 


- ¿Siiiiiiii? ¡Qué pesaaaar! Pues no habiendo máaaas, aunque sea con este cabecipelao me voy!


Y se lo llevó. 


Yo creo es que es preferible un proceso de paz con defectos que continuar viviendo el horror de la guerra. Para mí el 'cabecipelao' en este momento es el proceso de paz con las Farc. Y que si de mí depende, prefiero quedarme con eso a seguir viendo a Colombia en un conflicto eterno y sin esperanza de un futuro mejor. 




jueves, 13 de marzo de 2014

COLOMBIA, LA FELICIDÁ!

David Durán, mi admirado tuitero, poeta y escritor venezolano, aquel "eterno aprendiz, curioso de la música y la palabra" (como él mismo se auto-describe en su biografía de twitter), al que sigo hace ya bastante tiempo y con quien me he identificado muchísimo, publica hoy un tuit que me pone a pensar sobre Colombia y Venezuela, sobre qué significa la felicidad y la tristeza para un pueblo, y cómo esa felicidad a veces se confunde con negación.


Pienso especialmente en mi país, Colombia, que según el "barómetro global de felicidad y esperanza" sigue ocupando los primeros lugares como uno de los países más felices del mundo, y en cómo el resultado de una encuesta global nos genera tantas posiciones diversas: a algunos los espanta, a otros nos alegra, a algunos les da rabia, a otros nos divierte, a algunos les resulta irónico, a otros nos maravilla seguir viendo la capacidad que tenemos los colombianos de transformar nuestro realismo trágico en algo mágico, de reírnos de lo bueno, de lo malo, y de no perder jamás la esperanza:


Será que todo este realismo mágico es en el fondo nuestra forma de negarnos a la dura realidad que vivimos, o será quizás que somos un pueblo tan maduro en el manejo de nuestras emociones que hemos aprendido, a fuerza de soportar tantos dolores y decepciones, que la mejor forma para mitigar nuestras tristezas es la de adoptar una actitud folclórica y mamagallista frente a la vida?

Creo yo que no, no es negación, tampoco ignorancia; la mayoría de los colombianos sabemos perfectamente cuál es nuestra realidad...incluso muchos, y esto me duele decirlo, desayunan, almuerzan y comen pegados a las pantallas de sus televisores viendo las noticias "frescas" que publican los grandes medios sensacionalistas (calcule!)...Por eso insisto, no es que no sepamos qué pasa, es que somos prácticos; hemos desarrollado esa capacidad de "enfrentarse a una mala situación precisamente con una pequeña broma heroica en lugar de someterse a ella simplemente "sin comentarios"" (Elizabeth Lukas citando a Viktor Frankl). 

Son esos comentarios los que, día a día, le ponen sabor a nuestras vidas y pintan sonrisas en nuestras caras, son esos comentarios los que hacen que nos queramos quedar en nuestro país (a pesar de); porque preferimos tener con quien reir, con quien llorar, con quien tomar del pelo, con quien despotricar, con quién hacernos más amable la vida.

Y sí, a pesar de lo duro de nuestra historia, aún no hemos perdido esa calidez humana reconocida en todo el mundo, esa amabilidad innata que hace que la mayoría de los colombianos que vivimos acá prefiramos quedarnos y que los que viven en el exterior anhelen regresar. Aún sabiendo que al aplicar los estándares internacionales para medir aspectos como la expectativa de vida, la educación y la calidad de vida en nuestro país los resultados no son los mejores y que los indicadores de desigualdad, frente a otros países del mundo, no pueden sino avergonzarnos en medio de tanta riqueza, acá estamos y acá "nos la gozamos" a punta de chistes buenos, "flojos", malos y re malos.

El Tiempo. Colombia tiene la tercera peor desigualdad entre 129 países del mundo


Precisamente, regresando a la pregunta que se hace mi querido David Durán, sólo le puedo decir a él, y a todos los venezolanos que están viviendo momentos tan difíciles en su país, que la respuesta la tenemos los colombianos, el tratamiento: "Una sonrisa sobre uno mismo rompe el hechizo del miedo" (Viktor Frankl)

Y es que casualmente en este comienzo de año cuando salió la noticia que Colombia había sido señalada, una vez más, como uno de los países más felices del mundo, me encontraba yo leyendo varios libros sobre la vida y obra de Viktor Frankl, aquel psiquiatra austriaco judío que padeció y sobrevivió el horror de los campos de concentración nazis y que nos dejó como legado la logoterapia, 

Tratando de buscarle un sentido al sinsentido que el resultado del "barómetro global de felicidad y esperanza" parecía reflejar, de la mano de Frankl encontré una posible respuesta: "La libertad humana es libertad finita. El ser humano no está libre de condiciones, sino que sólo es libre de adoptar una actitud frente a ellas. Pero estas no lo determinan inequívocamente, porque, al fin y al cabo, le corresponde a él determinar si sucumbe o no a las condiciones, si se somete o no a ellas."  "El humor es, junto con la confianza, la mejor terapia." "el sentido en el sinsentido" (Victor Frankl)


Todos los días lo injusto y lo absurdo de las cosas que pasan en Colombia y en el mundo nos hacen rabiar, eso es innegable... Después del impacto inicial de las noticias tenemos dos opciones: echarnos a reír o sentarnos a llorar? Cuál cree usted que sea la actitud más esperanzadora a tomar, sin dejar de lado la responsabilidad de hacer y exigir un mundo mejor en todo y para todos? 

Dedicada con todo mi cariño a:
Alelí, que me animó a leer en busca del sentido.
@_buenafortuna, que me animó a escribir sobre el sentido.

viernes, 7 de marzo de 2014

LA "VOLTIAREPAS"

Hay un viejo refrán que dice que "hablar de religión, política y fútbol terminará siendo siempre una discusión bizantina", en ese sentido, y casi desde que tengo "uso de razón" puedo decir que he estado sumergida en ese tipo de discusiones que, sin razón o con razón, han ido formado poco a poco mi carácter y mi criterio. Gracias al sinnúmero de ocasiones en que desde niña me sentaba con mis padres a discurrir sobre temas políticos, cotidianos, históricos, literarios o simplemente a "rajar" de la vida, los conocidos, la familia, inevitablemente siempre terminábamos sumergidos en alguno de esos asuntos en los que cada uno tenía su opinión y en los que los argumentos, aún los más maravillosamente bien sustentados, resultaban inútiles por ese mismo hecho.



Lo cierto es que la persona de ideas más "fijas" en la familia siempre ha sido mi mamá, una mujer que cuando quiere, adora, y cuando no quiere, borra de su mente la existencia de la persona; una mujer radical, de familia ultra conservadora, que en su vida no ha matado ni a una mosca pero que conoce bien las armas de fuego y sabe cómo usarlas; una mujer que creció en medio de la violencia de los años cincuenta en Colombia, cuando las amenazas de la guerrilla tocaban a las puertas de la finca de mis abuelos todos los días, no quedándoles más remedio que armarse para defenderse...una mujer maravillosa ... pero.. uribista acérrima... (deje así).

Esa mujer que amo, siempre termina nuestras discusiones "bizantinas" sobre política con un "Tú lo que eres es una voltiarepas!", es su manera dulcemente insultante de no esgrimir más de "sus argumentos", reclamarme y decirme que no está de acuerdo con mi movilidad de afectos políticos, por no ser "de una sola pieza". Pues sí, es verdad, tal vez a excepción de Antanas Mockus, a quién elegí, seguí y admiré por muchos años, aún no he encontrado el político que me convenza y suelo evaluar las cualidades de uno y de otro, y al final suelo decidir mi voto con tan sólo una semana (o menos) de anticipación a las elecciones...Y pues sí, también es verdad, en alguna época como ya lo he confesado varias veces, aunque aún no haya recibido suficiente látigo por eso, fui uribista.


Justo en este momento político que estamos viviendo en Colombia, me pregunto y me cuestiono si el hecho de ser "voltiarepas" es una ventaja o una desventaja para mí y para este país que amo, y justo hoy leo un artículo de opinión en la revista Semana escrito por Marta Ruiz que me encantó y me dió la respuesta: Votar, ese acto de fe! "Saldremos a votar como un acto de fe en ese puñado de gente decente, bien intencionada, que posiblemente saldrá elegida y llevará nuestra voz al Congreso. Porque el voto se ha convertido más que en un acto de soberanía popular, en un acto de fe."


Tal vez no es que sea voltiarepas solo por serlo, simplemente me gusta hacer constantemente "actos de fe" en los políticos. Esa es mi forma de responder al sistema electoral que tenemos, que si bien puede que no sea el mejor, también es cierto que a su manera funciona... o por lo menos consuela saber que no estamos sumergidos en una dictadura, aunque a ratos parezca tiránico.



Una democracia representativa, aunque esto se les olvide a la mayoría de nuestros representantes una vez sentados en el poder, exige de nosotros sus soberanos, precisamente vivir informados. Antes de elegirlos, saber quiénes son, qué hacen, cuál es su programa de gobierno y una vez electos, cómo nos representan, en qué han acertado, en qué han fallado.

Una democracia representativa nos da el derecho inalienable a evaluar una y otra vez a nuestros gobernantes, y si nos toca como resultado ser "voltiarepas" pues seamoslo una y otra vez, hasta que demos con el mejor y lo mejor para Colombia.